El TIN TIN

“El diablo tiene varios nombres: Tintín, El Duende, El Malo, Diablo. Se aparece en toda la geografía de la Costa, en lugares apartados, peligrosos o en horas intempestivas. Enamora a las mujeres o las viola, las deja encinta y luego, a veces, engendran y dan a luz niños anormales, muchas veces mitad animales, mitad hombres. Asustan a los niños y también a los hombres. Es muy frecuente que, a las noches, en la cama, les jalen de las piernas y quieran llevarse a las personas” escribe Peli Gotisolo en “El montubio. Hombre de pensamiento mítico”, Quito, 1998. 

Yo he visto al diablo pasar por delante de casa; iba montado en un caballo negro, con un sombrero grande y una capa también negros. No le vi la cara porque el sombrero se la tapaba. Un día el diablo casi se lleva a mi primer marido, que era un chino. Estaba yo desgranando maíz y como estaba muy cansada me tumbe en la cama; era el día siete de febrero, le digo para que vea que es verdad y me acuerdo bien. De pronto oí a mi marido que me llamaba. Cuando volví para mirarlo, ya dos llamas lo estaban llevando, pero cuando el diablo me vio a mí, desapareció” (Señora Julia).

En Palenque, durante varias noches seguidas la gente escuchó el galope del caballo. Coincidió con la enfermedad del papá de una autoridad del pueblo, que se suponía tenía tratos con el Malo, y por eso sus vacas aumentaban de día en día, y los cuatreros no lo molestaban. Llevaron al enfermo a Guayaquil, y desapareció el misterioso jinete (Comentario popular).

Es una leyenda típica de la Costa, propia de la zona montubia. El folclorista Guido Garay recuerda: “Era la época en que las mujeres no salían a la calle. Y como esto no ocurría, si en una casa una de ellas salía embarazada, la respuesta inmediata de la gente del vecindario era: “Es obra del Tintín”.

Aunque de alguna manera, refiere la historiadora Jenny Estrada, realmente este personaje encubría el incesto, muy común en la Costa ecuatoriana, pues como las jovencitas no salían del hogar, se quedaban al cuidado de los varones de la casa.

En los libros de duendes y leyendas urbanas se lo describe como “un enanito con un gran sombrero y una cabezota de unos 30 o 40 centímetros, los pies vueltos hacia atrás y el miembro viril sumamente desarrollado, al extremo de llevarlo arrastrando por el suelo.

Usa sombrero que le llega un poco más abajo de las orejas y produce un silbido lúgubre”.

Persigue y acecha a las mujeres casadas o solteras, “melenudas y cejonas” para poseerlas carnalmente, luego de sumirlas en un trance hipnótico.

Cuando se enamora de una mujer sale por las noches de los huecos donde vive, y lleva una piedra imán en un mate, la cual coloca debajo de las escaleras para que todos los habitantes de las casas se duerman.

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